En Colombia, los partidos políticos se han convertido en empresas unipersonales con fines lucrativos, que han enriquecido con poder y patrimonio a sus “propietarios”. Estos, amparados en formas legales y democráticas que manipulan hábilmente, han dejado de lado las ideas, el interés público y las fronteras ideológicas que les dieron valor en el pasado.
Entre estas empresas políticas, vale la pena citar algunas. La primera es el partido Alianza Verde, dominado por Carlos Ramón González, exintegrante del extinto movimiento guerrillero M-19, quien actúa como amo y señor del partido. Por sus listas han pasado figuras como Claudia López, Antonio Navarro Wolff, Jorge Iván Ospina, Iván Name, Ángela María Robledo, Angélica Lozano, Inti Asprilla, Sandra Ortiz, Óscar Ospina y Ana Cristina Paz. Esto redunda en millonarios ingresos para la tesorería del partido, gracias a la reposición de votos que otorga el Estado según la ley.
En igual condición está el Movimiento Alternativo Social Indígena (MAIS), cuyo “propietario” es Feliciano Valencia. Este ha otorgado avales a cientos de candidatos sin raíces indígenas reales. Otro caso emblemático es el partido MIRA, propiedad de la pastora María Luisa Piraquive, quien maneja su rebaño político bajo la promesa de salvación espiritual. Situación idéntica ocurre con el Partido Nacional Cristiano, del cual es dueño el pastor y multimillonario César Castellanos. Su esposa, Claudia de Castellanos, ha transitado por Cambio Radical y fue embajadora en Brasil, donde también sembró su apostolado. Otro caso similar es el del senador John Milton Rodríguez, excandidato presidencial y dueño del partido Colombia Justa Libres.
Pero el caso más representativo de este fenómeno es el del movimiento Colombia Humana, empresa personal del señor Gustavo Petro, quien lo dirige con total arbitrariedad.
Esta degeneración también ha permeado los partidos tradicionales. El emperador del Partido Liberal, César Gaviria Trujillo, llegó a la presidencia aprovechando el vil asesinato en 1989 de Luis Carlos Galán Sarmiento, fundador del Nuevo Liberalismo. Hoy reaparece este partido bajo el ropaje de “La Familia”, como si se tratara de heredar una finca. La esposa y los hijos de Galán reclaman la personería jurídica como si fuese patrimonio familiar. Pero de nuevo, el Nuevo Liberalismo no tiene nada, y de liberalismo, aún menos.
Cuando Luis Carlos Galán fundó el Nuevo Liberalismo en 1979, se trataba de una disidencia del Partido Liberal, con una fuerte oposición a los gobiernos de Turbay y Barco, y una lucha frontal contra las mafias y la corrupción. Galán tenía carisma, inteligencia y conexión con las bases populares. Hoy, en contraste, su hijo Juan Manuel Galán aspira a la presidencia sin haber heredado ni el carisma ni la inteligencia de su padre. Su principal atributo es el apellido, con el que ha hecho carrera política, defendido su curul en el Senado y rebautizado parques, avenidas y aeropuertos.
El apellido Galán se ha convertido en el más costoso para los contribuyentes. La primera en sacarle provecho fue su viuda, Gloria Pachón de Galán, quien fue embajadora y hoy goza de una de las pensiones más altas del país. Luego vino su hijo Juan Manuel como viceministro de Juventud y senador; la cuñada Maruja Pachón de Villamizar fue ministra de Educación durante el gobierno de César Gaviria y beneficiaria de millonarios contratos a través de la Fundación Luis Carlos Galán; su esposo, Alberto Villamizar, fue diplomático y político bajo el amparo del partido de Galán. Antonio Galán, hermano del inmolado líder, ocupó cargos como gerente de la ETB y concejal de Bogotá, buscando identidad política gracias a su parecido físico con Luis Carlos.
En esta línea sucesoria también están Carlos Fernando y Claudio Galán. El primero, con presencia mediática, fue elegido concejal de Bogotá sin que se le recuerde un solo acuerdo relevante o discurso sobresaliente. Claudio, por su parte, estuvo en la burocracia cundinamarquesa gracias a los favores de los amigos de su padre. Para cerrar el clan, Andrés Villamizar Pachón, hijo de Maruja y Alberto, es hoy representante a la Cámara, tras ocupar altos cargos en la burocracia por Cambio Radical.
Este segundo tiempo del Nuevo Liberalismo es ilegítimo e irreconocible, como lo han expresado sus verdaderos fundadores. Juan Manuel Galán carece de principios, valores, plataforma ideológica o política. Todo se reduce a la ambición de él y su hermano Carlos Fernando, que han usurpado el nombre de su padre para seguir ostentando el poder del Estado.
No hay nada nuevo. Esta familia ha gobernado más de dos décadas sin contribuir al bienestar del pueblo colombiano. Y de liberalismo, ni hablar: ese fue apropiado por su antagonista y ex subalterno de Luis Carlos, César Gaviria Trujillo.
Si alguien merece encabezar un tercer tiempo del Nuevo Liberalismo es el hijo negado, excluido y sufrido: Luis Alfonso Corredor, hoy Galán Corredor. Conoce las necesidades del pueblo y ejerce su profesión de abogado al servicio de las víctimas. Ha hecho mucho más por las comunidades que ese gran sanedrín de zánganos Galán Pachón en más de dos décadas de usufructuar el poder para sí mismos.
¡Deberían sentir vergüenza estos galanes!