La venta de ISAGÉN al grupo inversionista canadiense Brookfield por un valor de 6.6 billones. que corresponden al 57.6% de las acciones, ha sido objeto de duras críticas contra el presidente, Juan Manuel Santos Calderón, no solamente por parte de la oposición , sino de respetados economistas y sectores reconocidos de opinión; merecidas o no, el gobierno considera las razones de la venta de Isagén como suficientes y poderosas para impulsar la economía, la infraestructura y el empleo; mientras que los críticos no aceptan la venta de un activo considerado estratégico del sector energético rentable y sostenible, con el argumento de sustituirlo por otro dirigido al desarrollo de infraestructura vial.
Debate que de frente a la realidad resulta bizantino, si no se establecen responsabilidades políticas y fiscales de manera objetiva, valorando los efectos a corto, mediano y largo plazo derivados de vender la joya de la corona, para convertir su flujo de liquidez en gasto burocrático y repartición de mermelada.
Arrecian aún más las críticas, cuando el gobierno se ha gastado cerca de 1.2 billones en publicidad, 600 millones en cortinas en palacio, 180 mil millones en contratos para la fundación de la familia Galán, 32 mil millones en una universidad para la Fiscalía- que tiene 16 alumnos- y otros cuantos miles de millones en consultores y asesores de Paz. A este escenario, se suman unas coincidencias que directa e indirectamente intervinieron en la negociación de Isagén y que provocan en la malicia indígena de los colombianos una desconfianza en la falta de transparencia y de ética en este gran negocio. El país conoce de la “hermandad” que existe entre los Cárdenas Santamaría y Juan Manuel Santos, pues se educaron en los EE. UU e Inglaterra, en las mejores universidades, al amparo de la Federación Nacional de Cafeteros, cuando su presidente era el Dr. Jorge Cárdenas Gutiérrez, progenitor de los Cárdenas Santamaría y tutor del presidente Santos en aquel momento. No deja de llamar la atención que la Dra. Patricia Cárdenas Santamaría haya sido nombrada embajadora en Brasil por Juan Manuel Santos, país en donde tiene sus grandes negocios el grupo de inversionistas Brookfield, es bien sabido que una de las funciones de los embajadores es impulsar las buenas relaciones, no solamente diplomáticas y políticas sino comerciales, empresariales y de intercambio entre los dos países, ¡qué casualidad!, justamente se cerró el negocio bajo el mandato de la embajadora Cárdenas. Como es obvio suponer, la interacción oficial debió ser determinante con el Ministro de Hacienda colombiano para facilitar y cerrar la negociación, negocio que diseñó, defendió y llevo a cabo su hermano Mauricio Cárdenas Santamaría, como Ministro de Hacienda.
De otra parte, cierra el círculo de confianza en esta multibillonaria venta, la intervención del Sr. Tony Blair, ex primer ministro de Inglaterra, reconocido amigo personal de vieja data del presidente Juan Manuel Santos, quien según publicación realizada el 12 de enero de 2016 por la revista las 2 orillas, se valió de Guss O´Donell y Frank Mackema – amigos de Blair y miembros de la junta directiva de Brookfield- para influir decisivamente en la jugosa negociación. A todo esto, se anunció por parte del Ministro de hacienda Cárdenas Santamaría que la venta de Isagén se realizaría en una pública subasta. No hubo subasta, ni pluralidad de ofertas y al final, contra viento y marea, se le vendió a Brookfield, lo que dejó muchas sospechas y preguntas sin responder. Pero como somos el país del sagrado corazón, acabamos de salir del escándalo de Isagén, y sale a la luz pública, para ocupar la mente de los colombianos, con amnesia crónica colectiva, el escándalo de REFICAR y con toda seguridad nos obligan a olvidar la venta de Isagén. De un escándalo del gobierno de Juan Manuel Santos, nos trasladamos en el tiempo a un escándalo que se le endosa al gobierno de Álvaro Uribe Vélez ¡País de genios y de magos!